jueves, 23 de noviembre de 2017

Laboratorio con adolescentes

Hoy hemos tenido una sesión de laboratorio muy peculiar. Por delicadeza no diré la definición de peculiar que daba un amigo de mi hija pequeña. Mi grupo de adolescentes ha llegado con la ilusión de todas las mañanas, de agradar, de reír, pero de trabajar… ni lo justo. “Parece mentira que tengamos ya diecisiete años” me decía uno de ellos. Se trataba hoy de una clase que la compañera de laboratorio había preparado con todo cariño sobre las medidas de seguridad que deben tener en cuenta en dicho lugar.

Los comentarios al ver los diversos materiales han ido todos dirigidos a las drogas, desde la pipeta para aspirar, la espátula para hacer unas rayas o… bueno, cualquiera de ellos. Otros simplemente graciosos, porque siempre tienen algo que decir aunque no tenga el menor sentido. Por ejemplo, al mostrarles un frasco de un producto químico y señalarles en él una calavera, uno de ellos contesta rápidamente… “eso es que mata” a lo que su compañero contesta… “pues a mí lo que me mata es el Netflix”. Poco a poco, entre gracias, bromas y algunos momentos de atención, hemos pasado un buen rato salpicado de risas abundantes pero de las que no hacen daño, porque la risa puede ser, en según qué casos, contraproducente.

Cuando hablas con ellos, más a nivel personal, compruebas que todo lo que dicen ante los demás no es tan real como su virulenta lengua suelta, que alguna cosa prueban, que en algún caso manejan algún porro, pero en este grupo al menos, es más de boquilla, mostrando ante sus compañeros, “colegas” sería seguramente más preciso, su rebeldía contra la sociedad en la que están inmersos, que los trata de asimilar sin éxito y a la que no se adaptan ni de casualidad.

Su adolescencia brota por cada poro de su piel, su boca anuncia su revolución hormonal en plena efervescencia y sus modos y maneras marcan la distancia con esa vida a la que llegarán sin saber cómo en unos años, en la que la mayoría encajarán sin más problemas al “curar” su actual adolescencia. Este grupo que me ha tocado en suerte saldrá a flote con casi toda seguridad, pero me temo que no al nivel de preparación que exige una sociedad como la nuestra que quiere títulos más que personas, que necesita borreguitos más que gente con iniciativa y creatividad, aunque se cacaree y pregone lo contrario.

De acuerdo que es un grupo especial por sus características académicas, por eso se trata de un grupo muy reducido, pero no por ello debemos renunciar a hacerles crecer a nivel personal incluso, una vez superado este, a nivel académico y profesional, porque nuestro mundo está necesitado de personas con todas las palabras y en mayúsculas, y estos chicos, que solo piensan en la juerga y el cachondeo, en ir de marcha los fines de semana y en estar colgados del móvil y de las redes sociales, lo son, únicamente es necesario ajustar nuestro enfoque al mirarles, visualizar sus capacidades y, poniéndonos a su lado, ayudarles desde el primer momento a entender que su vida depende en gran parte de ellos... y de nosotros.

       Javier Lozano, 20 - noviembre - 2017 

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