Eran ya las seis de la tarde y no llegaban a veinte
las personas que comenzaban a poblar la sala. Como el año pasado, algo impedía
que la gente del pueblo se acercara a escuchar lo que les iba a contar en esa fría
tarde. Yo sabía que no iban a abandonarme después de haberme dicho días antes
muchos de ellos, por la calle y en las redes sociales, que estarían a mi lado.
La causa, de lo que no era más que un retraso, merecía la pena. Una orquesta de
otro pueblo cercano daba un pequeño concierto en la Iglesia, unos metros más
arriba. Curiosamente entre el público ya contaba con algunas chicas jóvenes que,
junto al resto, me pidieron que esperara a que vinieran los que, con canción de
propina incluida, escuchaban a la orquesta.
Fueron llegando los asistentes, media hora después
de lo previsto y pudimos comprobar que las sillas no eran suficientes. Poco a
poco fueron apareciendo de otras estancias hasta que todo el que pudo se sentó,
salvo un pequeño grupo en la puerta y que impedía que se pudiera dejar entrar a
más gente. Además abundaba la gente joven, algo que me alegró y sorprendió.
Creo que es la primera vez que veo tanta
expectación e interés durante una de mis charlas. El acoso escolar, hoy
constantemente presente en los medios de comunicación por el repunte de los
últimos años, y que coincide con lo que estoy trabajando en mi próximo libro,
era el tema del que yo quería concienciar a los asistentes. Únicamente el
llanto de mi pequeña amiga en las primeras filas al no entender mi pregunta
oscureció por unos minutos mi alegría, que luego recuperé con uno de sus
besicos. Es más maja…
Hoy no quiero escribir de un tema concreto, no
quiero hacer pensar a nadie sobre cosas de mi aula o mis charlas, únicamente
quiero agradecer una vez más ese cariño que durante años he recibido de la
gente de Moros, mi pueblo, mi gente, donde tengo mis raíces y donde fui y sigo
siendo feliz a pesar de todo lo que ocurre en mi vida diaria a poco más de un
centenar de kilómetros, en Zaragoza. Es mi pueblo, mi casa, mi refugio, donde
simplemente con salir a la calle recibo cariño sin más, sin que yo ni tan
siquiera diga nada.
Por todo ello, así de simple y sencillo, mi
reconocimiento por todo lo que acabo de decir, por esa humildad que, disfrazada
de cariño y generosidad, recibo cada vez que puedo ir, que por diversas razones
cada vez son menos. Un pequeño secreto… hace unos días me pedían una fecha para
volver en agosto a México a un Foro Nacional de TDAH y otros trastornos del neurodesarrollo.
La di, pero para ello primero miré el calendario, vi en qué caía el primer fin
de semana de agosto y contesté que podían contar conmigo a partir del día siete
u ocho. Lo primero es lo primero. ¿Qué tendré que hacer yo ese fin de semana?
¿A dónde tendré que ir?
Muchas gracias a cuantos estuvisteis arropándome el
viernes en la charla, a quieres por diversas razones no pudieron y a todas
aquellas personas que ya no están entre nosotros y que han conseguido hacer que
la gente de Moros tenga ese carácter y un gran corazón.
Javier Lozano, 10 – diciembre - 2017
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