Esta
mañana, los chicos y chicas de mis clases, independientemente de la edad,
miraban y miraban por la ventana una y otra vez. Algo especial estaba
ocurriendo, estaba empezando a nevar.
Los
polinomios en un caso, la configuración electrónica del átomo en otro y las
balanzas que se utilizan habitualmente para calcular la masa de los cuerpos,
como podéis comprender han dejado de ser su objetivo, bueno, el que debería ser
su objetivo para ser más preciso. Yo les he explicado, pensando que estaba
lloviendo, que hoy, como siempre, el agua caía una vez más siguiendo órdenes de
la gravedad hacia abajo y, por si era poco, mojando también. Alguien ha dicho
que no, que estaba nevando y es cuando he comprendido el revuelo que se estaba
generando. He llegado a la conclusión, echando la vista atrás en el tiempo, que
hacía mucho que no nevaba en la ciudad, al menos de forma copiosa, no como hoy.
La última nevada digna de tener en cuenta, revisando fotos de una antigua
página Web personal, fue lo menos trece años atrás, el veintitrés de febrero de
dos mil cinco. Estos chicos tenían entonces, dependiendo del grupo, aunque más
de uno haya estado en la nieve, desde uno el más pequeño hasta cuatro el mayor
de ellos,.
Así
que, una vez más, un simple hecho de nuestro entorno, esta vez una
insignificante nevada de copos minúsculos que no han llegado a cuajar ni por
casualidad, ha servido para recordar algunos temas como el calentamiento global
y cuestiones por el estilo, al comentarles que actualmente no nieva casi y que
ni siquiera se hielan ya casi las fuentes ni las fuentes de los parques.
Es
curioso comprobar cómo no es tan difícil educarles en el cuidado a la naturaleza
y el respeto a cuanto no rodea. Desde pequeños trastillos que no paran y hoy
sabían mucho más de lo que aprenden en los libros, hasta grandullones cuyas conversaciones
habituales no pasan de las chicas y lo que beben o fuman el fin de semana, que
como les suelo decir “castillos no habrá entre nosotros, pero fantasmas…” todos
sin excepción estaban encantados con el fenómenos que se estaba desarrollando
ante sus ojos, al otro lado del cristal.
Hoy
se han quedado con las ganas de hacer un buen muñeco de nieve porque, al
contrario de lo que ha ocurrido en poblaciones cercanas a nuestra ciudad, no
han tenido ni para sus esperadas batallas de bolas de nieve, pero sin embargo
el tema que han repasado sin presiones y con total naturalidad estaba a unos
centímetros de ellos al otro lado del cristal.
Tal
vez deberíamos plantearnos como estrategia innovadora que alguien subiera
siempre a un piso superior y a señales nuestras, en momentos concretos, fuera
soltando hojas de libros de las distintas asignaturas a ver si así despertaba
de verdad el interés de nuestros alumnos por aprender más cosas. O ¿Tal vez
libros enteros?
Javier Lozano
- 6 - enero - 2018
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