martes, 6 de febrero de 2018

Didáctica de una nevada

Esta mañana, los chicos y chicas de mis clases, independientemente de la edad, miraban y miraban por la ventana una y otra vez. Algo especial estaba ocurriendo, estaba empezando a nevar.

Los polinomios en un caso, la configuración electrónica del átomo en otro y las balanzas que se utilizan habitualmente para calcular la masa de los cuerpos, como podéis comprender han dejado de ser su objetivo, bueno, el que debería ser su objetivo para ser más preciso. Yo les he explicado, pensando que estaba lloviendo, que hoy, como siempre, el agua caía una vez más siguiendo órdenes de la gravedad hacia abajo y, por si era poco, mojando también. Alguien ha dicho que no, que estaba nevando y es cuando he comprendido el revuelo que se estaba generando. He llegado a la conclusión, echando la vista atrás en el tiempo, que hacía mucho que no nevaba en la ciudad, al menos de forma copiosa, no como hoy. La última nevada digna de tener en cuenta, revisando fotos de una antigua página Web personal, fue lo menos trece años atrás, el veintitrés de febrero de dos mil cinco. Estos chicos tenían entonces, dependiendo del grupo, aunque más de uno haya estado en la nieve, desde uno el más pequeño hasta cuatro el mayor de ellos,.

Así que, una vez más, un simple hecho de nuestro entorno, esta vez una insignificante nevada de copos minúsculos que no han llegado a cuajar ni por casualidad, ha servido para recordar algunos temas como el calentamiento global y cuestiones por el estilo, al comentarles que actualmente no nieva casi y que ni siquiera se hielan ya casi las fuentes ni las fuentes de los parques.

Es curioso comprobar cómo no es tan difícil educarles en el cuidado a la naturaleza y el respeto a cuanto no rodea. Desde pequeños trastillos que no paran y hoy sabían mucho más de lo que aprenden en los libros, hasta grandullones cuyas conversaciones habituales no pasan de las chicas y lo que beben o fuman el fin de semana, que como les suelo decir “castillos no habrá entre nosotros, pero fantasmas…” todos sin excepción estaban encantados con el fenómenos que se estaba desarrollando ante sus ojos, al otro lado del cristal.

Hoy se han quedado con las ganas de hacer un buen muñeco de nieve porque, al contrario de lo que ha ocurrido en poblaciones cercanas a nuestra ciudad, no han tenido ni para sus esperadas batallas de bolas de nieve, pero sin embargo el tema que han repasado sin presiones y con total naturalidad estaba a unos centímetros de ellos al otro lado del cristal.

Tal vez deberíamos plantearnos como estrategia innovadora que alguien subiera siempre a un piso superior y a señales nuestras, en momentos concretos, fuera soltando hojas de libros de las distintas asignaturas a ver si así despertaba de verdad el interés de nuestros alumnos por aprender más cosas. O ¿Tal vez libros enteros?

                                                  Javier Lozano - 6 - enero - 2018

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